Nobles causas como la paz, lucha contra la corrupción, cuidado de la democracia, verdad y memoria, deben ser entendidas como propósitos de todos, para construir entre todos y para beneficio de todos.
Hoy, esas causas se tramitan en Colombia como propósitos de unos cuantos que, arrogándoselas, las convierten en banderas políticas y trincheras electorales, imponiendo que sus narrativas y prácticas se tramiten entre unos exclusivos y excluyentes grupos y, sin pudor alguno, actúan deliberadamente, para beneficiar solo a unos cuantos.
Todo ello ha generado altos grados de fragmentación social.
Ese mismo riesgo está pasando con otros nobles propósitos de interés común: la sostenibilidad y la productividad.
Hay interés general en garantizar que nuestro país avance por senderos de sostenibilidad económica, social, ambiental, energética y alimentaria, y hay general claridad en que para alcanzar esa sostenibilidad, es menester hacer grandes apuestas por la productividad.
Sin embargo, empiezan a proliferar grupos, clubes ideológicos, sectas politiqueras con visos populistas, que quieren hacer de la sostenibilidad y la productividad, narrativas exclusivas y excluyentes, fábricas de slogans y prédicas vacuas.
Con las reformas laboral y pensional en trámite y con erráticos anuncios hechos en materia de transición energética, la sostenibilidad y la productividad, ya parecen conceptos expropiados por unos cuantos, para tramitar entre unos cuantos y para beneficio de unos cuantos.
Colombia, en el propósito de avanzar hacia más y mejor democracia, con sostenibilidad económica, social, ambiental, energética y alimentaria y con altos estándares de productividad real de diversos factores de producción como el trabajo, el capital, la tierra, el conocimiento y la información, debe evitar erosivas confrontaciones, falsos dilemas, precipitadas estigmatizaciones, prohijadas por miopes ideologías, carentes de robustos estudios y necesarios análisis comparativos.
Así como hay logros de sostenibilidad dignos de emular y manifestaciones de prácticas insostenibles por parte de empresas, organizaciones y personas, otro tanto pasa con la productividad.
En materia de factores de la producción aceptemos, a fin de enriquecer el debate, que hay trabajos productivos y los hay improductivos; hay capitales productivos y los hay improductivos; hay tierras productivas y las hay improductivas y que hay información y conocimientos productivos y los hay improductivos.
De cara a la sostenibilidad y productividad, como en otras nobles causas, evitemos caer en el síndrome de creernos Adán y Eva y evitemos la puerilidad y el maniqueísmo de andar diciendo que unos somos los sostenibles y productivos y que son los otros los que encarnan todo lo contrario.
Para alcanzar más y mejor democracia, sostenible y productiva, necesitamos más y mejores empresas y empresarios en lo privado, público y comunitario, más y mejores trabajadores y empleos, más y mejor capital, más y mejores tierras, más y mejores conocimientos e información, más y mejores ideas, y sobre todo, menos ideologías.
Nada de quedarnos petrificados en estos temas de interés común; es menester salir del corcho en remolino en que se encuentra el país.