Enhorabuena en Colombia, América Latina, EEUU y Canadá, así como en Europa y en otras latitudes no occidentales, la democracia no se puede declarar como proyecto concluido y menos como un producto ya terminado.
La democracia sigue siendo seductora invitación que convoca la creatividad de personas y diversos tipos de organizaciones privadas, públicas, comunitarias, locales, nacionales e internacionales, intermedias, confesionales, seculares, partidistas y aquellas propias de un mundo en red y digitalizado, con el propósito ético y estético de alcanzar mejores sociedades y ambientes para el desarrollo humano integral.
La democracia hoy interpela a diversas disciplinas: a la comunicación social, a la economía, al derecho, a los estudios políticos, a los estudios militares, a la psicología social, a las religiones comparadas, a las ciencias naturales, a la ecología, aquellas que remiten al estudio de diversas tecnologías como son la infotecnología y la biotecnología; las artes y las nuevas o recreadas tendencias de la estética no quedan exoneradas de estas reflexiones, también ellas quedan interpeladas y cuestionadas a su manera por las preguntas que hoy se ciernen sobre la democracia.
En los hervores que caracterizan la actual transición que se da entre los paradigmas propios de la modernidad y la emergencia de nuevas manifestaciones de lo que algunos autores han tenido a bien llamar posmodernidad, la democracia y las preguntas que hoy nos hacemos sobre ella, condicionan la forma en que interpretamos, leemos y visionamos el papel diversos sujetos tales como: sociedad, comunidad, Estado, persona, ciudadano, naturaleza, ecosistema, creyente, cultura, civilizaciones, mercado, iglesias, entre otros.
Cuando algunos creyeron tener las respuestas definitivas sobre lo que significa la construcción de un proyecto democrático, justo entonces, empezaron a cambiarlas preguntas sobre qué significa la democracia, cómo se gestiona, quien la ejerce, en que contextos organizacionales, sociales y comunitarios se implementa, qué representa como valor, es acaso solo un mero procedimiento o va más allá, es fuente de legitimidad o está condenada a las ácidas formas de las suspicacias nihilistas?
Colombia y su democracia.
- No es la democracia colombiana una que se le pueda calificar con una nota de 5 sobre 5, obviamente no es una democracia perfecta. Tampoco se puede caer en la trampa de creer que la democracia colombiana es un proyecto fallido, condenado a la desesperanza que solo merezca denuncias corrosivas. 2. Las dificultades de la democracia colombiana son tantas y tan variadas que ofrecen motivos suficientes para convocar y concitar voluntades institucionales de diversos sectores de la sociedad en el propósito de hacer del nuestro, un país con más y mejor democracia; esta área demanda la participación de ciudadanos en general, redes sociales, partidos políticos, establecimientos educativos, medios de comunicación, empresarios, gremios, sindicatos, expresiones identitarias, expresiones rurales y urbanas de la cotidianidad colombiana. 3. Menester es afinar y potenciar el dialogo creativo entre las formas propias de la democracia representativa agenciadas por los partidos políticos y las formas de la democracia participativas agenciadas directamente por los ciudadanos. Una desconexión entre estas dos formas de democracia introduce problemas de gobernabilidad en escenarios locales y nacionales. 4. Insoslayables problemas como la corrupción, la pobreza, la equidad, el rezago productivo, el deterioro ambiental, el desempleo, el centralismo y la inseguridad demandan soluciones desde un proyecto democrático de país, que de no ser encontradas dentro de la malla institucional, se convierten en pretextos para justificar aventuras populistas, caudillistas, mesiánicas, rebosantes de resentimientos y codicias de insospechadas consecuencias y con tristes ejemplos en el vecindario. 5. En el marco de las narrativas políticas, la democracia en Colombia lleva ya casi dos décadas de ser tratada, no como propósito sustantivo, sino como propósito adjetivo. Conceptos como seguridad democrática, prosperidad democrática, legalidad democrática, que han tenido explicación, justificación y traducción en acciones consecuentes en diversos momentos, con el paso del tiempo han aplazado el necesario diálogo sobre lo que significa consolidar la democracia como propósito nacional. Tales expresiones coinciden en tratar la democracia como recurso adjetivo para enfatizar la relevancia, esa si sustantiva, de propósitos tales como la seguridad, la prosperidad y la legalidad.
Para que algunas derechas quietistas, arrogantes, populistas, violentas y cada vez más menos diestras y algunas izquierdas igualmente arrogantes, populistas, resentidas, violentas y cada vez más siniestras no copen el espectro ideológico de la vida colombiana, es menester que en el marco de las narrativas y del discurso, amplios sectores de la vida política, social, económica y cultural del país empiecen a proponer y concitar voluntades alrededor de la construcción de una DEMOCRACIA segura, productiva, justa, incluyente, sostenible, descentralizada e institucional. La Democracia debe volver a ser el objeto sustantivo del discurso político colombiano y hay que tener claro que, en política y comunicación humana y social, el discurso hace aportes significativos en la transformación de la realidad.
- De otra parte, es necesario entender que un proyecto político con verdadera vocación de democracia hace apuestas deliberadas y conscientes en lo que refiere al fortalecimiento de espacios de autonomía para que las personas y diversas expresiones sociales que van desde la familia, el vecindario, el establecimiento educativo, el medio de comunicación, la iglesia, la empresa, el gremio, el sindicato, la entidad territorial, ejerzan con sentido de responsabilidad social dicha autonomía y concurran libremente, subsidiariamente y en aplicación de su derecho a solidarizarse en la gestión del bien común, tarea en la que deben concurrir tanto el aparato del Estado como el conjunto de la sociedad civil en sus diversas manifestaciones. 7. El desarrollo de las instituciones democráticas en Colombia debe trascender los debates estériles y sectarios entre fórmulas neoliberales mercado céntricas que, en nombre de la generación de riqueza, condenan al individuo famélico a una batalla campal entre cazadores, legales e ilegales de rentas privadas y fórmulas neoestructuralista estado céntricas que empoderan a un adiposo aparato público, prepotente, cooptado por cazadores de rentas públicas, con el pretexto discursivo de estar dando solución a los temas que atañen a la cuestión social. La generación de riqueza real (sin capital que especule, sin tierra que engorde, sin trabajo que procrastine, sin conocimiento anquilosado), así como la gestión de la compleja cuestión social y consolidación del capital social, la sostenibilidad ambiental, necesitan de sectores privados, públicos y comunitarios, robustos, emprendedores, transparentes, innovadores y prestos a concurrir de manera socialmente competente en la solución de los complejos problemas nacionales. 8. Propósitos como la construcción de paz, la construcción de memoria histórica, la verdad sobre el conflicto en Colombia, así como aquellos asociados a la generación de cultura de probidad y lucha contra la corrupción, defensa de los DDHH, garantía de la sostenibilidad ambiental, productividad y seguridad, deben ser entendidos como tareas que necesitan el concurso y participación de todos los colombianos. Estos grandes temas, por fuerza de las circunstancias políticas, han quedado en manos de sectores supremacistas que se arrogan de manera exclusiva, excluyente y sectaria el trámite de estas legítimas aspiraciones de la comunidad, dejando a un significativo número de OTROS ciudadanos por fuera de la construcción cotidiana de esas sentidas aspiraciones sociales. Ese sectarismo supremacista, socava la consolidación integral de una democracia en Colombia. Los grandes propósitos conexos a la consolidación de la democracia deben ser entendidos como propósitos de TODOS, para construir entre TODOS y para beneficio de TODOS, y no propósitos de UNOS CUANTOS, para construir con UNOS CUANTOS y para beneficio de UNOS CUANTOS.
- La denuncia y la protesta social deben tener espacio en un proyecto social de vocación democrática, pero por si solas no bastan. Es menester que la democracia se vea movilizada por anuncios inspiradores, convocantes, que ajenos al mezquino propósito de introducir elementos disociadores en la dinámica social, tengan la capacidad de transformar los conflictos sociales y la trama de intereses vigentes hoy en Colombia, en mejores y más dignificantes conflictos e intereses en la Colombia de mañana.
- Y una última reflexión apelando a G.K Chesterton: ¨se le dió la imaginación al hombre como recompensa de lo que no es y el buen humor como consuelo de lo que es¨. La democracia colombiana necesita altísimas dosis de imaginación y de sentido del humor, una imaginación que sepa poner pies en la realidad y un sentido del humor que no raye con el cinismo y la ramplonería. Cada uno de nosotros en la tarea de comunicar y promover este proyecto por MÁS Y MEJOR DEMOCRACIA, debe tener claro que La ESTÉTICA de las palabras, precede a la ÉTICA de las acciones, y es menester actuar en consecuencia en un país donde la comunicación ha caído en prácticas de alta toxicidad con veladas y explícitas violencias; solo la comunicación libre de toxicidad, una la comunicación limpia, permite allanar el camino para consolidar una comunidad de propósito como país y consolidar una comunión de sentido como nación.