Hibris y Prosquinesis son dos expresiones de origen griego. La hibris es al poder lo que la prosquinesis es al servilismo.
La hibris puede leerse como esa especie de desmesura que puede llevar a un sujeto individual o colectivo a envanecerse y dejarse apresar por las tentaciones de la soberbia y del orgullo. Pone al sujeto en la trampa de creer que el otro o lo otro no existe o no es relevante y que el sí mismo es el alfa y el omega del mundo entero.
En el derecho griego, la hibris hace referencia a los desafueros en que incurren los que detentan un poder hacia aquellos privados del mismo.
Pero la hibris de unos no existiría sin la prosquinesis de otros.
La prosquinesis se remonta en su significado a los rituales persas para que los súbditos hicieran actos de reconocimiento a sus reyes. De acuerdo con su rango, los súbditos debían postrarse, arrodillarse, arquearse o lanzar un beso hacia el rey.
Alejandro Magno, una vez hubo conquistado el mundo persa en su proyecto expansionista y motivado seguramente por su propia hibris, de la que ningún ser humano está exento, quiso introducir el ritual de la prosquinesis para que los súbditos de su pueblo la aplicaran con él. Se encontró con un pueblo tan amante de su libertad y tan solo dispuesto a postrarse ante sus dioses, que no le permitieron que su pretensión fuera más allá de reconocerle su poder secular y terrenal. Al no caer en prosquinesis, el pueblo griego evitó que Alejandro Magno, con todo y su poder, hubiese caído en la trampa de creerse un dios o como los dioses.
La hibris y la prosquinesis como actitudes y comportamientos, llevan a las sociedades a construir delirantes y peligrosas formas de mesianismos, caudillismos y sectarismos.
La humildad, que no es la falsa humildad ni la pusilanimidad, son los anticuerpos para la hibris. En política, la hibris se enfrenta con instituciones que regulen las pretensiones particulares de las personas y le hagan saber a éstas que sus funciones públicas han de estar más fundamentadas en un sentido radical de la autoridad, que supone legitimidad y credibilidad, y no en un ejercicio atrabiliario y arbitrario del poder.
La obediencia inteligente, que tiene como correlato y sabio complemento la capacidad y facultad de apelar a la desobediencia civil, es el antídoto para que una sociedad o una persona caigan en prácticas de prosquinesis que rayen con el servilismo. La legítima autoridad merece inteligente y critica obediencia. El poder atrabiliario no merece el homenaje de alguien que obedezca.
Para cualquier sociedad, en particular la colombiana, cae bien un proyecto cultural deliberado para que las relaciones humanas en diferentes espacios de construcción de comunidad, ora privadas, ora públicas, ora sacras, esto es eróticas, políticas y religiosas, reduzcan las probabilidades de comportamientos que colinden con la hibris de unos y la prosquinesis de otros. Más autoridad y menos poder. Más obediencias y menos servilismo. Más seducción para poder ser con el otro y menos conquista para pretender tener y someter al otro.